5.
Esperé alrededor de media hora en Aeroparque, en el ala sur. Llegué temprano, me mandé directo y uno de los tipos de seguridad me pegó un chiflido. ¿Caballero, a quién busca? Nervios, miedo a que no me dejasen pasar. Le expliqué que venía a buscar a Mario das Neves y la rigidez del principio se convirtió en sonrisa. Ah, al futuro presidente de los argentinos, me dijo, y me dio la mano. Se llamaba Juan. Su compañero, que estaba sentado mirando un monitor, se levantó y también vino a saludarme. Decile que se acuerde de nosotros, dijeron. Los saludé y me quedé pensando. En el camino a aeroparque, me había llamado la atención la calcomanía de un auto, que decía “Si manejo mal, llamá al 0-800-CHUPALA”. Saludé a los de vigilancia y mientras caminaba por la entrada para autos pensé en las dos argentinas, en ese tópico narrativo que nos recorre desde principios de siglo. De la esperanza al cinismo, así es como vivimos, así es como vivo. A un costado, debajo de la autopista, una montaña de escombros imposible de divisar para los conductores. Era un día hermoso. Cuatro días más tarde, la mafia sindical iba a asesinar a un pibe, un militante llamado Matías Ferreyra, e iba a sacarme las ganas de todo.
6.
¿Pero que pasó en el acto? Había muchísima gente, cinco mil dicen, pueden haber sido menos, un poco menos o un poco más, calcular es difícil. Das Neves empezó tranquilo, con decisión pero en volumen bajo. No tenía escrito ningún discurso. Tampoco usa twitter, ni se mete como loco en Internet a ver qué dijeron de él. No apareció en un video de Andrés Calamaro, ni le interesaría hacerlo por más que eso pueda darle algún coletazo mediático. Después, a medida que se iba cebando, fue alzando el tono. El discurso fue corto y sentido, sin palabras de compromiso ni piruetas retóricas. Vi un bebé en primera fila, también vi cartones de vino y todo el tiempo unos bombos a pleno. Vi una mujer que lloraba mientras cantaba la marchita en versión Hugo del Carril, como si la liturgia necesitara de esos elementos para su realización, para que se cumpliese el hechizo. ¿Puedo creer en esto? ¿Y esa mujer puede todavía creer en un político? Se me ocurre que los rituales son así, estás adentro o estás afuera, no hay una línea intermedia, no hay transversalidad que valga. Los sentís o no los sentís, de pronto te tocan una fibra íntima. O no te pasa nada. La adrenalina, para mí, empezó cuando bajamos del auto. Afuera, como si todo esto pasara en otro planeta, unos pibes jugando un picado en la cancha de césped sintético del sindicato. Pararon el partido unos segundos, miraron de qué se trataba y después siguieron en la suya. Cuando el precandidato subió al escenario me quedé del otro lado; a das Neves apenas pude saludarlo, a lo lejos, cuando volvía a subirse al Megane, rodeado de gente, para volver a su provincia. En el escenario, atrás del candidato, en fila, todos y cada uno de los referentes que estaban haciendo el aguante ahí en Avellaneda. Cuatro o cinco grupos de periodistas, de radios comunitarias y periódicos barriales, esperando a que das Neves saliera para hacerle unas preguntas, con los grabadorcitos en la mano. Su hijo, Pablo, abrazándose con militantes y amigos. Tuvo, el acto, algo de reencuentro, algo de reunión de los mismos de siempre. Hubo también una sensación de que se avanza. Saqué algunas fotos con el celu, pero salieron movidas. Al final, das Neves perdió la voz. Su cuerpo había sido afectado por el ritual. Ese, y cuando dijo que iba a terminar con la pobreza, fueron los momentos más aplaudidos. Por lejos.
7.
Desde que tengo memoria, la saga de La Guerra de las Galaxias funcionó como un croquis esencial para ordenar mis experiencias y, porqué no confesarlo, como árbitro de mi moral. Suena tosco y algo binario, pero es complejo y real: la vida como preparación para un gran combate donde al fin sabremos quiénes somos. La vida como una sucesión de combates. Me sorprendió que el living del departamento donde das Neves para en Capital estuviera decorado con la memorabilia de una de mis películas favoritas. Ahí estaban, un Maestro Yoda hermoso, la máscara de Darth Vader, un Arturito mecánico, y la estrella -no la estrella de la muerte sino el anhelo de todo ser humano: el sable láser, tamaño real. Una pasión familiar que, por respeto a las inteligencias, no pretendemos trasladar al escenario local con analogías políticas, aunque las brujas no existen pero que el poder corrompe y te lleva del lado oscuro, eso pasa, tan simple, tan de repente, pasa, te crees indispensable, sos incapaz de delegar el poder. Ahí estaban, los que habían bajado del avión: sus hijos Pablo y Mariví, Ariel, y Jerónimo, el jefe de campaña, con quién hicimos algunos chistes sobre la Ricardofortización de Ernesto Laclau, lo berreta de sus teorías para postestructuralistas principiantes. Con Pablo hablamos un poco de Star Wars, la parte en que Hans Solo se convierte en estatua, mientras mirábamos la tele y das Neves se pegaba una ducha. Me distraje un rato pensando en el corazón que había visto llegar en el aeropuerto, guardado en una heladerita de camping, urgente para un trasplante. Después, vino das Neves y el traje que se había puesto, el que usó durante el acto, era el mismo que se había comprado para el casamiento de su hija Mariví. Un traje Jedi, se escuchó al pasar, mientras alguien envolvía un paquete de sánguches de miga para más tarde.
8.
Una sensación particular debe haberle producido a das Neves que este acto haya sido en su Avellaneda natal, a pocas cuadras del Hospital Fiorito que lo vio nacer. Se mueven las banderas, Merlo, Berisso, Avellaneda, Paola Conducción, Fuerza Mario, Agrupación Patria Libre de Florencio Varela, son muchas, tomo notas y escucho nueve millones y medio de pobres, nueve millones y medio, pienso, casi diez millones en un país de cuarenta y pico, pienso, mientras das Neves grita y pierde la voz, y mientras a sus espaldas, de pie, delante de una fila de sillas blancas de jardín, los referentes aplauden y, algunos, sacan fotos con sus celulares. Lo que más me queda, para terminar, y más todavía que la cuestión de la pobreza, es que das Neves habla de la vocación de servicio. ¿Les suena? Vocación de servicio como esencia de la política. Das Neves retoma la vocación de servicio, esas palabras que parecen desteñidas en la política mediática de hoy, las lustra como hace un rato había lustrado sus zapatos y las tira en pleno acto, vocación de servicio, una cosa que falta tanto en la política mediática de hoy. Es eso, se me ocurre, menos abogados y más vocación de servicio, y me pregunto si puede ser, si va a ser este el hombre que consiga continuidades y cambios, el que surfee los desafíos que ya empieza a tener la agenda política 2011.
Muy buena la frase "menos abogados y más vocación de servicio". En qué mierda se ha convertido la política...