EL ROL DE LOS VICES



Si la democracia argentina muestra una contradicción pemanente entre los intentos de institucionalización y el sistema presidencialista y carismático, el lugar del vicepresidente cobra cada vez mayor importancia. Luego de Víctor Martínez con Alfonsin y su lugar casi decorativo, basta con revisar la lista de vices argentinos, y sin necesidad de detenerse en la experiencia de Cobos se verá que se trata de figuras que, cada vez más, asumen un rol político central. El crecimiento de la democracia exige hombres idóneos en todas las posiciones. Y, en la posición de vice, esta ideoneidad debe ser doble.


Mario das Neves, así, se destaca en un contexto donde los compañeros de fórmula, aún, pueden ser pensados desde lo decorativo. Basta con revisar la lista de los vices del resto de las fórmulas para ver que el tándem Duhalde más Das Neves es la única que porta dos políticos presidenciables de por sí, aunque con caracerísticas diferentes. Algunos dicen que si el kirchnerismo no se hubiera dedicado a quebrar minuciosamente a cada cuadro político que osara a no relacionarse servilmente con la pareja en el poder, Das Neves hubiera sido casi un candidato natural, por fuera de la parafernalia proto-progresista que representan otras figuras como Sabatella o Abal Medina. Se trata de un hombre de claras ideas desarrollistas, con una gestión impecable, genuinamente peronista y con personalidad suficiente para conducir una nación. Tiene otra característica de la que el kirchnerismo adolece: cuando se equivoca, sabe pedir disculpas y aprende de los errores.


Comparado con los otros candidatos a vice, la diferencia se hace sentir. Mientras que Morandini es periodista, Boudou un seductor cínico que conquistó con su sonrisa neoliberal y canchera a la Presidenta; González Fraga, rentista agrario y asesor financiero privado; Adrián Pérez, un joven diputado al servicio de Carrió y capaz de equipararla en soberbia. Lejos de estos, Das Neves es el único candidato con una clara y sólida experiencia en el manejo de la cosa pública. Además, tiene personalidad: no sólo para triunfar en las elecciones de su provincia luego de que Néstor Kirchner hubiera apoyado al radicalismo en tiempos de “transversalidad”, sino también para reclamar lo que correspondía para su provincia cada vez que tuvo que hacerlo, para enfrentar a los poderes y para, en un caso más reciente, no plegarse al oportunismo de la Colición Cívica y del hijo de Ricardo Alfonsín, sino analizar la situación con frialdad como para señalar que, más allá de las dudosas maniobras inmobiliarias de Zaffaroni, hoy en la Argentina tenemos una gran Corte Suprema de Justicia.


La pregunta que cada vez mayor cantidad de votantes parece hacerse es: ¿Alguien puede dirigir el país por fuera del peronismo? Es probable que no, como ya vimos en todas las fallidas experiencias radicales y frepasistas. En este sentido, ante el marcado desgaste que evidencia la gestión kirchnerista, que profundiza con sus torpes, autistas y fallidos intentos de renovación política (Cabandié, Filmus, Rossi, Ibarra, Heller, Boudou, Máximo, Larroque, Barone: todos jóvenes o señores más vinculados al “comunismo de country” que al peronismo), la única opción con gobernabilidad y experiencia de gestión y coherencia que aparece es la del peronismo federal de Duhalde y Das Neves.


Sobre Duhalde ya sabemos mucho, básicamente que hizo una sorprendente y clave gestión como presidente en uno de los momentos más difíciles del país y sentó las bases junto a su ministro de economía Lavagna del modelo de crecimiento que todavía estamos viviendo.


Pero repasemos un poco la gestión del “desconocido” Das Neves, gobernador de Chubut. Gobernando su provincia logró el 82% móvil para todos los jubilados, que se le pague a los empleados estatales el 29 de cada mes sin falta, que el índice de mortalidad infantil, ausentismo escolar, delito y desempleo sea uno de los más bajos del país y la estabilidad y el crecimiento de Chubut sea uno de los más altos a nivel nacional. ¿Cómo se logra esto? Ordenando las cuentas, y destinando los gastos a donde han sido presupuestados (salud, trabajo, obra pública, etcétera). No hace falta ponerse a hacer malabares con los fondos reservados, ni sacar de allá para poner acá. Ya vivimos el menemismo. Ahora necesitamos peronismo federal y ortodoxo, gente con experiencia capacitada para gobernar. Necesitamos tranquilidad.


El país necesita consenso y diálogo desde el peronismo, con incentivos claros y no solamente discursivos para la industria, con reales e importantes inversiones extranjeras que ayuden a controlar la inflación. Das Neves dice que la matemática es una ciencia exacta. 1+1 es dos. El kirchnerismo, tan gramsciano y francés, cree que puede gobernar sólo manejando los discursos que circulan, olvidándose de la realidad física. Nos pone contento que a los estatales oficialistas que mandan fotos a 6-7-8 les vaya muy bien. Pero el resto del país también existe. Y esa “otra realidad” la vemos en la calle, en nuestras casas y trabajos. En “la olla, la sartén y el changuito”. En nuestros resúmenes de sueldo. En nuestros bolsillos, en los hospitales y en las comisarías. En la tranquilidad de nuestros seres queridos. Si esa no es la realidad, ¿cuál es?


Salvo en las dos provincias casualmente gobernadas por peronistas no alienados al gatopardismo kirchnerista (Chubut y San Luis), en el resto del país el crecimiento se distribuye neoliberal y discrecionalmente, a fuerza de planes sociales que los pobres sienten como migajas y a fuerza de trabajos estatales clientelares que la clase media empobrecida agradece con militancia. La mayoría de la población económicamente activa tiene empleos en negro, sustentados en el pequeño cuentapropismo y la precarización.


El argentino medio desea cocinar algo rico después de trabajar todo el día, ir al médico si le duele algo y dormir tranquilo por las noches, sin miedo a que entren a tu casa porque este mes te tocó “zona liberada” o porque no sabés si los planes sociales o la soja o tu amigo estatal van a seguir de suerte el próximo mes. La realidad es que en Chubut, tras de 8 años de gestión dasnevista la provincia es otra, y sus índices son los mejores de un país que crece en números macro pero que, pese a cierta bonanza económica y menor desempleo, sigue sin mejorar en lo más importante y en lo que no puede faltar: la calidad de vida de su gente.


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