El verano porteño puede ser muy aburrido. Para pasar el tiempo, este humilde blog va a reseñar algunos nodos de la blogósfera que leemos. Empecemos entonces con el de Artemio, que es un blog que nos gusta, que vende humo de buena densidad y además es el epicentro, o uno de los epicentros, de ese ejército de hunos llamado la “blogósfera K”. Empecemos por decir que este espacio es una interconectada nube de balbuceos, ya algo anacrónicos, donde una verdadera tribuna de empleados públicos, cientistas sociales y militantes sobrecalificados para sus ocupaciones cotidianas pero subcalificados para ejercer cualquier tipo de función pública real que no sea periodismo desahogan e intentan erigir un sentido sobre lo político desde la opinología difusa para la que los preparó la vida, es la continuación por otros medios de lo que con anterioridad a 2001 fueron los programas de aire dedicados a hablar mal de la corrupción y el neoliberalismo. En otras palabras, un ámbito de producción de sentido que, necesario para las clases medias que abandonaron toda expectativa real de ascenso social, agota sus demandas –si es que las tuviera- rápidamente, impregna equívocamente a la discursividad pública, y queda patinando en el vacío, entre la política pensada como entretenimiento, la militancia pensada como ciberpetardeo, y las buenas intenciones como único horizonte deseable para la redención de los estratos medios más favorecidos por la relativísima democratización del discurso de las humanidades y la conectividad digital.
En este horizonte, no es casual que Artemio, el John Fogerty de Balvanera, haya quedado bien posicionado en ambas escenas. De hecho, él es el fusible de contacto entre ambas, aunque esta continuidad emotiva haya tenido que dar sus buenas piruetas retóricas. Antiguo encuestador de Jorge Lanata, compañero de aventuras de Martín Caparrós, y encuestador también de cualquiera que dignamente pudiera pagar sus servicios de SPSS exprés, Artemio no tendrá la viveza ecuatoriana de Durán Barba, pero está respaldado por la mentirosa veracidad de su encuestología. A un nivel metafísico, su idea del peronismo tiene intuiciones claves, pero es justamente ese nivel metafísico, es decir, la falta de mediaciones entre el nivel donde el peronismo es un movimiento vivo en incesante renovación y donde el FPV es una difusa aglomeración de voluntades, irracionalidades, favoritismos y pirateos sin ningún plan de verdadero desarrollo nacional, donde el bueno de Artemio hace agua, porque esa no es su función, y porque su función es atizar la política cotidiana para luego, desde luego, vender encuestas. Su principal falacia es la identificación entre oficialismo y peronismo, cuando lo que hay que pensar, justamente, son los problemas que acarrea este simplismo. Algún malpensado, seguramente, irá a deslizar que esta identificación está favorecida por el profuso encargo de encuestas que el dinero público le solventa, pero al no tener pruebas dejaremos esta afirmación en suspenso. Otro es el objetivo de estas líneas: el de revindicar a Artemio como un rara avis, un aprendiz de brujo, un kidult embuido en el espíritu del kirchnerismo. Para eso, regalamos esta decálogo de máximas sobre Artemio López, que también, por supuesto, es una elegía:
1. Artemio nunca miente. A lo sumo, acomoda la realidad a sus intereses, que felizmente coinciden con sus simpatías políticas. O al revés, pero para el caso es casi lo mismo.
2. Artemio no genera la realidad, simplemente la describe. Aunque la pregunta por intención de voto incluso antes de que estén consolidados los candidatos suene medio a profecía autocumplida, medio a negocio y medio a manipulación, Artemio es el termómetro preciso del humor social de todos los argentinos, el clonazepam del oficialista escaso de fe.
3. Artemio no es cool. Su fanatismo por Creedence demuestra que Artemio es un peronista de la vieja guardia. Lo que ocurrió cuando estaba con Lanata fue simplemente un lapsus inducido por la ingesta desaforada de papas fritas Pringles, que con el 1 a 1 estaban a buen precio.
4. Primero existe Artemio, y luego el peronismo. Aunque los rigores del almanaque puedan confundirnos, el peronismo hoy, es lo que Artemio dice que es el peronismo. Cualquier opinión en contrario a este mandamiento será oportunamente desmentida por una encuesta de la Consultora Equis.
5. Artemio no es progresista, es un titán que lucha contra sus condiciones de existencia. De hecho, el progresismo es su peor enemigo. Artemio vive en el segundo cordón del conurbano, es fustigado por la inflación kirchnerista y tiene problemas de vivienda. Está compenetrado con el sentir popular, o al menos con la inmensa alegría que transunta la explosión de consumo que sus propios números demuestran. La consultora equis es una mascarada para confundir a la pequeña burguesía palermista y a los asistentes a las fiestas de la Cámpora.
6. Artemio es la versión sincera y paraestatal del Indec.
7. Artemio es un chamán. Su metier consiste en medir y devolver esa medición con un plus de sentido, escondida en un bricolage de tortas de colores. Como pasó en Chubut hace un par de años, se puede equivocar, pero eso no lo invalida en su función social. Artemio es un vendedor de ilusiones disfrazadas de números. Un oráculo.
8. Artemio es un líder carismático del siglo XXI. Artemio no dialoga con sujetos, instala paradigmas. Entre Rasputín y Cumbio, su carácter anfibio le permite surfear todos los medios de información que se le antoje, en eslabón perdido entre el técnico, el militante y el periodista. Por eso no le interesa que el estado recupere sus capacidades a través de la conformación de una burocracia racional que atentaría contra su propia existencia social, sino que le preocupa celebrar las cosas tal cual son: un vitalista del posibilismo. Como dirían los chicos de Blogger, “es un grande Artemio”.
9. Dentro de no mucho tiempo, tendremos un libro sobre Artemio. Así como Esteban Schmidt dedicó un líbelo contra el intrascendente Luis Alberto Quevedo, Artemio ha dado sobradas muestras de merecer su propio volumen, respaldado por credenciales similares a las de ese viejo militante del Uruguay, la rosca académica y los medios masivos. Como diría la Consultora Equis, existe un 90% de deseo social de que ese libro salga publicado.
10. Artemio es un viajero en el tiempo: desarrolló un poder singular para pensar el futuro a través de la nostalgia de un pasado pensado desde un presente que carece de ideas sobre el futuro. Nos sacamos el sombrero Artemio, nosotros te queremos así!
En este horizonte, no es casual que Artemio, el John Fogerty de Balvanera, haya quedado bien posicionado en ambas escenas. De hecho, él es el fusible de contacto entre ambas, aunque esta continuidad emotiva haya tenido que dar sus buenas piruetas retóricas. Antiguo encuestador de Jorge Lanata, compañero de aventuras de Martín Caparrós, y encuestador también de cualquiera que dignamente pudiera pagar sus servicios de SPSS exprés, Artemio no tendrá la viveza ecuatoriana de Durán Barba, pero está respaldado por la mentirosa veracidad de su encuestología. A un nivel metafísico, su idea del peronismo tiene intuiciones claves, pero es justamente ese nivel metafísico, es decir, la falta de mediaciones entre el nivel donde el peronismo es un movimiento vivo en incesante renovación y donde el FPV es una difusa aglomeración de voluntades, irracionalidades, favoritismos y pirateos sin ningún plan de verdadero desarrollo nacional, donde el bueno de Artemio hace agua, porque esa no es su función, y porque su función es atizar la política cotidiana para luego, desde luego, vender encuestas. Su principal falacia es la identificación entre oficialismo y peronismo, cuando lo que hay que pensar, justamente, son los problemas que acarrea este simplismo. Algún malpensado, seguramente, irá a deslizar que esta identificación está favorecida por el profuso encargo de encuestas que el dinero público le solventa, pero al no tener pruebas dejaremos esta afirmación en suspenso. Otro es el objetivo de estas líneas: el de revindicar a Artemio como un rara avis, un aprendiz de brujo, un kidult embuido en el espíritu del kirchnerismo. Para eso, regalamos esta decálogo de máximas sobre Artemio López, que también, por supuesto, es una elegía:
1. Artemio nunca miente. A lo sumo, acomoda la realidad a sus intereses, que felizmente coinciden con sus simpatías políticas. O al revés, pero para el caso es casi lo mismo.
2. Artemio no genera la realidad, simplemente la describe. Aunque la pregunta por intención de voto incluso antes de que estén consolidados los candidatos suene medio a profecía autocumplida, medio a negocio y medio a manipulación, Artemio es el termómetro preciso del humor social de todos los argentinos, el clonazepam del oficialista escaso de fe.
3. Artemio no es cool. Su fanatismo por Creedence demuestra que Artemio es un peronista de la vieja guardia. Lo que ocurrió cuando estaba con Lanata fue simplemente un lapsus inducido por la ingesta desaforada de papas fritas Pringles, que con el 1 a 1 estaban a buen precio.
4. Primero existe Artemio, y luego el peronismo. Aunque los rigores del almanaque puedan confundirnos, el peronismo hoy, es lo que Artemio dice que es el peronismo. Cualquier opinión en contrario a este mandamiento será oportunamente desmentida por una encuesta de la Consultora Equis.
5. Artemio no es progresista, es un titán que lucha contra sus condiciones de existencia. De hecho, el progresismo es su peor enemigo. Artemio vive en el segundo cordón del conurbano, es fustigado por la inflación kirchnerista y tiene problemas de vivienda. Está compenetrado con el sentir popular, o al menos con la inmensa alegría que transunta la explosión de consumo que sus propios números demuestran. La consultora equis es una mascarada para confundir a la pequeña burguesía palermista y a los asistentes a las fiestas de la Cámpora.
6. Artemio es la versión sincera y paraestatal del Indec.
7. Artemio es un chamán. Su metier consiste en medir y devolver esa medición con un plus de sentido, escondida en un bricolage de tortas de colores. Como pasó en Chubut hace un par de años, se puede equivocar, pero eso no lo invalida en su función social. Artemio es un vendedor de ilusiones disfrazadas de números. Un oráculo.
8. Artemio es un líder carismático del siglo XXI. Artemio no dialoga con sujetos, instala paradigmas. Entre Rasputín y Cumbio, su carácter anfibio le permite surfear todos los medios de información que se le antoje, en eslabón perdido entre el técnico, el militante y el periodista. Por eso no le interesa que el estado recupere sus capacidades a través de la conformación de una burocracia racional que atentaría contra su propia existencia social, sino que le preocupa celebrar las cosas tal cual son: un vitalista del posibilismo. Como dirían los chicos de Blogger, “es un grande Artemio”.
9. Dentro de no mucho tiempo, tendremos un libro sobre Artemio. Así como Esteban Schmidt dedicó un líbelo contra el intrascendente Luis Alberto Quevedo, Artemio ha dado sobradas muestras de merecer su propio volumen, respaldado por credenciales similares a las de ese viejo militante del Uruguay, la rosca académica y los medios masivos. Como diría la Consultora Equis, existe un 90% de deseo social de que ese libro salga publicado.
10. Artemio es un viajero en el tiempo: desarrolló un poder singular para pensar el futuro a través de la nostalgia de un pasado pensado desde un presente que carece de ideas sobre el futuro. Nos sacamos el sombrero Artemio, nosotros te queremos así!
jajajaja Artemio es re ladri, pero hace operaciones no encuestas, ¿qué tiene muchachos? ¿qué pasa? ¿no les gusta la política?