EL CAMPEONATO DE LA MELANCOLÍA



¿Se acuerdan de “Kevin creciendo con amor”? A mi familia le encantaba esa serie, y a mí también. Me gustaba su inocencia, y esa versión un poco idílica del American Dream que hasta un punto es la contracara perfecta Mad Men. Bueno, yo creo que este campeonato que se nos viene, también, va a ser muy retro, y por eso lo banco. ¿Cómo pensamos a lo retro? Puede ser como nostalgia o melancolía. La nostalgia siempre quiere volver para atrás y piensa que “todo pasado fue mejor”; ejemplos de esto son la alianza entre Duhalde y Macri y la mimesis entre el hijo de Alfonsín, su fallecido padre y sus simpatizantes. Menemismo y alfonsinismo, tirando para atrás. Pero por otro lado está el retro que me interesa, que es el retro melancólico. No dice que el pasado fue mejor, ni quiere volver al pasado, sino que ilumina los esfuerzos y los valores del pasado a través de las formas del futuro: todo lo contrario de La Cámpora, una agrupación que utiliza las formas del pasado para terminar obturando los desafíos del presente. Por eso, la melancolía nunca produce nostalgia: sus formas son las de lo que viene, ni el mito ni la razón, sino la mezcla y la irrupción.
Bueno, con toda esta deriva iba a que este campeonato es un campeonato melancólico, no nostálgico. Es un campeonato que, desde la transmisión gratuita y ese negociado turbio y beneficioso a la vez que fue el fútbol para todos, recupera un star-system súper consolidado, cuyo principal material son los valores del pasado pero leídos desde el presente. ¿En qué otro club puede jugar Ortega que en All-Boys? ¿Porqué el mellizo volvió a Gimnasia? ¿Y Franco, que estaba retirado, peleándole el puesto a Silva en Vélez? ¿Porqué volvió Valeri a Lanús, y casi casi vuelve el Pepe Sand? ¿Porqué parece que Ledesma vuelve por enésima vez al Ciclón? ¿Por simpatías con el gobierno nacional y popular? ¿Para ser tenidos en cuenta por el Checho Batista? No. Además de la condición estructural que indica que las estrellas y no tan estrellas en la plenitud están jugando en Europa, estos tipos vinieron a tener un campeonato en una clave melancólica. Claro que hay elementos nostálgicos, nada es puro, pero el refuerzo de clubes chicos con grandes estrellas de los 2000 es un acontecimiento. Una búsqueda de la gloria efectuada por tipos que futbolísticamente son del pasado pero que se actualizan aceptando su condición en el presente, y por eso pueden hacer futuro. Tras la senda abierta por Verón, Guillermo no necesitaba plata ni prestigio, volvió a dar una mano. Pero a dar una mano en Gimnasia, donde por su actual nivel le corresponde estar, y por eso, donde puede rendir más. No vino a robar como volvían los vencidos luchadores de los noventa. El juego melancólico consiste en no especular: se encuentra en las antípodas de un tipo como Massa, el gran cagón calculador de la política argentina. Y esto pasa en muchos otros casos, como el de Ortega: los jugadores de treinta y largos, en el ocaso de sus carreras, van a darle un plus de mística a estos torneos sin aura que nos había traído la televisación abierta. Porque, sinceramente, prefiero que Ortega juegue todos los partidos en All Boys antes que verlo sufriendo en el banco de River, mendigando un partido despedida arreglado y condescendiente.
Así que estemos preparados. En este campeonato van a enfrentarse la prepotencia del consumo –Boca, con su Dream Team; Estudiantes, con su estructura; Racing, con su estrella colombiana y un plantel joven, Vélez, con Ramírez y Franco más el equipo que más lindo jugó el torneo pasado- contra los melancólicos luchadores por la permanencia –Gimnasia, River, Godoy Cruz, All Boys, Huracán, Quilmes- , y también contra los resignados a flotar en mitad de tabla, como Independiente, el Ciclón, Newell’s o Colón. Pero no importa tanto quién gane –puede ser Vélez, ojalá sea algún tapado-, sino que este campeonato va a estar buenísimo.


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